La expulsión de los jóvenes del sistema es una de las grandes preocupaciones. Las causas de la deserción se originan dentro y fuera del ámbito educativo. En la esfera extraescolar convergen factores como la situación socioeconómica y el contexto familiar de los estudiantes, y en particular las condiciones de pobreza y marginalidad, la incorporación temprana al mercado laboral, las situaciones que se derivan de la carencia de normas en el núcleo familiar y las adicciones, entre otros.

     La situación se complica con las causas generadas  dentro del sistema: las relaciones entre los distintos actores de la comunidad educativa, las metodologías de enseñanza y el acceso o no a programas de apoyo, etcétera.

     El discente que deserta no lo hace súbitamente; enciende las luces intermitentes,  pero los adultos no hacen una lectura adecuada de esos mensajes, no se le da acompañamiento y, en consecuencia, el sistema lo catapulta al absentismo y corre el riesgo que quedar atrapado en el círculo de pobreza bajo la mirada cómplice de las autoridades educativas y de la sociedad.

     De acuerdo con el Tercer Estado de la Educación, en el periodo 2001-2009, las principales razones aducidas por los estudiantes para dejar los estudios siguieron siendo “no está interesado en aprender”, “no puede pagar los estudios“, “le cuesta el estudio”  y “prefiere trabajar”. Estas frases son más que contundentes y no deben quedar en el aire porque estamos hablando de que el 9.5% de los jóvenes de secundaria abandonaron el colegio, una cifra nada despreciable.

     El problema del absentismo y sus causas se mantienen, por eso el abordaje debe ser integral, desde todos los flancos, fijando estrategias que abarquen los aspectos de naturaleza extraescolar (mercado, comunidad y familia), así como los de índole interna de los centros educativos.

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