El fracaso de la primera vuelta representó no sólo una señal negativa en la ciudad en la que, hace ya muchos años, Berlusconi lanzó su carrera de empresario, sino que volvió a crispar las relaciones con su principal aliado en la mayoría oficialista: la Liga Norte de Umberto Bossi.

Y si bien muchos comentaristas señalaron que el mal resultado de Moratti fue debido al tono muchas veces exacerbado y politizado de su campaña electoral -en la que la candidata habló más del pasado político de Pisapia, que de su gestión de la alcaldía- Berlusconi se lanzó en una campaña para el balotaje aún más radicalizada.

Luego de cuatro días de silencio total, el premier apareció en una sola noche en los cinco principales noticieros televisivos (tres de emisoras privadas, dos de la RAI pública) lanzando en todos ellos el mismo mensaje, claramente marcado por una retórica alarmista.

Berlusconi habló de "las banderas rojas con la hoz y el martillo" exhibidas en los festejos tras la victoria de Pisapia, del riesgo de que Milán de transforme en "una ciudad islámica" y "una metrópolis de gitanos" ("zingaropoli"), precisamente en el caso que llegue a ser administrada por el candidato "extremista" Pisapia.

ACZ