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Sexo del chimpancé pigmeo, ¿coincidencia o antecedencia? - TicoVisión |
Publicado en 24/06/11 a 21:28:02 GMT-06:00 Por Administrador |
El chimpancé pigmeo fue descubierto en 1928 por el anatomista americano Harold Coolidge pero consideró que el espécimen atrapado era un miembro joven de la especie Pan Troglodytes. 24 de Junio de 2011 | TicoVisión | Redacción - Por Fulgencio Robledero | San José, Costa Rica | Tribuna para el Libre Pensamiento Sexo del chimpancé pigmeo, ¿coincidencia o antecedencia? El chimpancé pigmeo (Pan paniscus) es una de las dos especies que componen el género de los chimpancés. La otra especie del género es el más conocido chimpancé común (Pan troglodytes). Otras formas habituales de referirse al chimpancé pigmeo son las de bonobo o chimpancé enano. Las diferencias más llamativas del bonobo con respecto al chimpancé común son su gracilidad y una gran diferenciación facial entre sus miembros. Otra diferencia curiosa es que las hembras de los chimpancés pigmeos poseen unos pechos más prominentes que los de otros primates cuando no están en celo, aunque no tanto como las hembras humanas. Estos hechos, unidos a que caminan erguidos el 25% del tiempo que pasan en suelo firme, hacen que los bonobos tengan una apariencia más humanizada que la de los chimpancés comunes. El chimpancé pigmeo fue descubierto en 1928 por el anatomista americano Harold Coolidge pero consideró que el espécimen atrapado era un miembro joven de la especie Pan Troglodytes. El mérito del descubrimiento del bonobo como especie diferenciada es atribuible a Ernst Schwarz en 1929. Los pocos miles de bonobos que quedan habitan al sur del Río Congo y al norte del Río Kasai (un afluente del Congo), en las selvas húmedas del África central. Esta especie está en grave peligro de extinción. Un rasgo muy peculiar de este primate es su intensa actividad sexual. El bonobo y su vida social han sido idealizados por ciertos antropólogos y primatólogos como el ejemplo de la “edad de oro” de la humanidad, en donde la búsqueda del placer, el igualitarismo e incluso cierto matriarcalismo serían lo común. Aunque en ocasiones estas reflexiones extrapolan hechos de campos contrastados en otras ocasiones no es así, mas aún en el caso de que los datos de campo que utilizan los “idealizadores” de los bonobos fueran ciertos sus extrapolaciones son, por lo general, infundadas y excesivas. En este trabajo vamos a analizar la vida sexual de los chimpancés enanos y reflexionar sobre la posible relación entre la sexualidad bonobo y la sexualidad humana (téngase en cuenta que los bonobos y los humanos compartimos aproximadamente el 98% del material genético). Estas reflexiones deben ser tomadas como tales y no como investigaciones antropológicas. La promiscuidad de las hembras y la tolerancia mutua de los machos que cubren a la misma hembra es poco frecuente en muchos mamíferos pero el los bonobos no sólo es habitual sino que es lo común. A diferencia que la variedad común de chimpancé, cuyas hembras son receptivas durante 6 o 7 días de los 35 que dura su ciclo menstrual, el chimpancé pigmeo copula durante todo el año y durante todo el ciclo ovulatorio sin disminución apreciable de la actividad sexual. La hembra, cuando está en periodo fértil, no da muestras evidentes de encontrarse en tal estado. Una posición muy utilizada en el ser humano, con el consentimiento de la hembra que abraza al macho hacia sí. El bonobo es un primate hipersexual, en palabras de Marvin Harris. El pene del macho es mayor que el del ser humano en proporción a su tamaño corporal y la hembra posee el mayor clítoris de todas las especies primates y en los momentos de excitación sexual dobla su longitud; este hecho permite que las hembras, manteniendo relaciones homosexuales, simulen con movimientos la penetración que se produce entre relaciones entre machos y hembras. El frotamiento genitogenital entre hembras(también llamado tribadismo) es más frecuente en las tribus bonobos que las frotaciones macho-macho. El sexo, aunque es habitual, no tiene lugar hasta que ambos individuos han indicado su predisposición con sonidos vocales y señales. Los bonobos utilizan la postura ventral-ventral con mayor frecuencia que los otros primates no humanos, manteniendo un contacto visual que de hecho se produce algo antes que iniciarse la relación propiamente dicha. El antropólogo norteamericano Marvin Harris se pregunta en su libro “Nuestra especie” sobre el sentido de esta vida sexual tan intensa entre los bonobos. Evolutivamente podemos plantearnos qué sentido tiene perder tanto tiempo en una actividad que no sirve ni para la reproducción (al menos prioritariamente) ni para la alimentación que son las dos preocupaciones básicas de todo ser vivo. El “sexo a todas horas” de los bonobos no es eficaz para la reproducción o al menos no tanto como en los mamíferos en los que las hembras entran en celo. En otros mamíferos las hembras cuando están en estado fértil entran en celo y con un número pequeño de encuentros macho-hembra (a veces basta uno) la hembra queda preñada; como los bonobos no tienen estos indicadores de fertilidad y como el sexo, por su constitución anatómica, es para ellos sumamente gratificante practican sexo durante mucho más tiempo que el necesario para la mera reproducción. Esto, dice Harris, supone un enorme gasto de energía ¿qué sentido tiene este gasto de energía evolutivamente hablando? Desde luego la economía de la evolución nos impide creer que esta inmoderación sexual tenga como motivo el echarle algo de sal a la vida del chimpancé enano. ¿No podría consistir que esta intensa vida sexual sea un medio para fortalecer los vínculos de cooperación entre machos y hembras? Ciertas diferencias entre la organización social entre los chimpancés comunes y los chimpancés enanos parecen apoyar esta idea. En el chimpancé común las tumescencias sexuales de las hembras se asocian a un incremento muy significativo de la actividad sexual y a una mayor tolerancia de los machos hacia las crías. Según las observaciones los chimpancés comunes pasan, aproximadamente, un tercio de su tiempo formando grupos de machos acompañados por hembras y sus crías. Otra tercera parte trascurre en núcleos más pequeños compuestos por adultos de ambos sexos. El resto del tiempo viven en grupos formados exclusivamente por hembras con crías o por machos adultos. Los chimpancés pigmeos tienen una forma de organización social más homogénea. Los bonobos tres cuartas partes de se tiempo lo pasan en grupos compuestos de adultos de ambos sexos, jóvenes y crías y sólo muy raramente se observa a estos primates formando grupos exclusivamente por machos o por hembras con crías y sin machos adultos. La mayor parte del tiempo, con diferencia, la pasan en grupos homogéneos, en cuanto sexo y edad, cuidando de su progenie, alimentándose, acoplándose entre ellos y desplazándose juntos. Esta conducta social comparada con la de los chimpancés comunes nos permite aceptar que la selección natural dotó a los bonobos de una intensa vida sexual con el fin de estrechar los vínculos solidarios entre los individuos del grupo. Este hecho se ve, además, apoyado por otra característica de la vida social de los chimpancés pigmeos y es que los machos bonobos comparten alimentos con las hembras y las crías en una mayor frecuencia que los chimpancés comunes. Siendo la sexualidad humana tan parecida a la de los chimpancés pigmeos ¿qué conclusión podemos sacar? Podemos decir que el placer sexual es un don dado por la selección natural a nuestra especie para fortalecer nuestros vínculos sociales. Un rasgo característico del homo sapiens es su debilidad al nacer y su dependencia de la madre; es comprensible, por lo tanto, que cualquier “plus” evolutivo que fortaleciese los vínculos sociales entre los elementos del núcleo familiar se vería favorecido por la selección natural. De este modo, los machos y hembras que apareciesen más vinculados en el cuidado de las crías tendrían más posibilidades de que sus crías sobreviviesen mientras que aquellas parejas cooperativamente más distanciadas tendrían más dificultades en perpetuar su descendencia. La evolución potenció la sexualidad para potenciar los vínculos sociales que permitiesen el sostenimiento de las crías en particular y del grupo social en general. De todo lo anterior podemos decir que la sexualidad humana no tiene una naturaleza eminentemente reproductiva (la hembra no muestra signos de fertilidad) sino social, contradiciendo así la idea de que el sexo sin fines reproductivo es un sexo “animalizado” ¡de hecho es lo contrario! El sexo con fines prioritariamente reproductivos es el que practican los animales. Por otro lado, parece que esta perspectiva también contradice la “naturalidad” del sexo compulsivo y desindividualizado que pretende vendernos los mass media; ya que, como vimos, el placer sexual tiene como fin evolutivo prioritario el establecimiento de uniones cooperativas. Ni que decir tiene que en el hombre esto del sexo va más allá de lo natural y hunde sus profundas y verdaderas raíces en lo cultural pero ese es otro tema que va más allá de lo que me propuse con este artículo. |
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