gados de última hora, cuando desde el principio quedó en claro que lo que motivaba la convocatoria tenía que ver con intereses gremiales muy localizados, que de ninguna forma podrían identificarse con intereses generales del pueblo costarricense.

Por otra parte, el momento no podría ser más inoportuno, justo porque ahora se saca a relucir la difícil situación financiera de la Caja. Claro que esto requiere reformas de fondo, incluyendo extirpar la poliquería de la Caja y poner en cintura a la pandilla de evasores que, con los equipos de fútbol en el lugar más visible (pero no el más importante), estafan de continuo a la Caja y, por su medio, al pueblo entero. Pero resulta ardua la tarea de encontrar un ligamen creíble entre la huelga y la necesidad urgente de introducir en la Caja los cambios necesarios. Estos deberán impulsarse desde una mesa de diálogo amplio y a partir de la más firme voluntad política. Pero nadie se va a creer que el paso previo necesario para impulsar tal cosa, deba ser una huelga.

En todo caso, esto es cuchillo para el pescuezo de los propios sindicalistas. No hay ninguna posibilidad de que el pueblo costarricense respalde esa huelga, y ello sin necesidad siquiera de recurrir a lo que los medios y el gobierno vayan a decir al respecto. Lamento que las organizaciones sindicales no lo entiendan, porque con esto simplemente se alejarán aún más del reconocimiento y el respeto popular.