Vale la pena que la fecha no pase desapercibida para nosotros. El hecho en sí tiene muchos significados. Pero también la persona que elegimos enriquece esta conmemoración debido a su actitud de sacrificio, responsabilidad, conocimientos y sentido patriótico con que desempeñó la misión que se le encomendó. En un tiempo en que los valores y modelos están en crisis el padre Florencio puede ser un faro que aporte algo que nos salve del naufragio. De acuerdo a las múltiples tareas que desempeñó se puede proponer como modelo para los maestros y profesores, para los sacerdotes y obispos, para abogados, científicos, en general para todos los costarricenses que sinceramente quieran ser buenos ciudadanos. Pero de acuerdo a la toma de su curul, es obligado proponerlo hoy como modelo para los diputados”.
Benavides Barquero también escribió “Hace doscientos años tomó su curul en las Cortes de Cádiz, hace doscientos años Costa Rica inició su vida parlamentaria. La persona que eligieron nuestros antepasados supo representarnos, no nos lleno de vergüenza, dejo el nombre del país muy en alto. Al país le urge gente de la talla de este primer diputado. Para los costarricenses que de manera egoísta caminan en la dirección contraria del padre Florencio Castillo ojalá las siguientes palabras de uno de sus sermones los hagan reaccionar:

“A vista de esto os atreveréis a decir: ¿Que tengo yo que ver con la Patria, ni que bienes me resultan del bien público? Hijos desnaturalizados que acostumbrados a disfrutar de los beneficios de la sociedad, habéis creído que se os deben por ser vosotros quienes sois. ¡Qué desgracia la de que sólo sirvan de pesada carga a sus semejantes, viviendo a sus expensas sin serles útiles en algo! ¿No os avergonzáis de haber nacido sólo para componer número y consumir el pan? ¡Egoísmo peste gangrenosa de las Repúblicas; vicio de almas bajas y abominables, permita el Cielo que para siempre desaparezca del suelo Leonés y de toda la faz del orbe.”

Finalizamos aplicando al padre Florencio Castillo en este bicentenario unas palabras del mismo sermón que él dedicó a un sacerdote difunto, pero que calzan perfectamente con la nobleza con que ejerció la tarea que Costa Rica le encomendó como su primer diputado:

“¡Oh providencia amable de Dios! En esta ciudad, en este pequeño ángulo del mundo donde vivimos, existió un hombre que negado a los hechizos de las riquezas y de los honores, se ocupó en servir a sus semejantes... Y así, en unos tiempos tan corrompidos en que la codicia parece que ha ahogado los sentimientos de la humanidad, vivía entre nosotros un hombre ocupado continuamente en utilidad del Estado, sin otro interés que la satisfacción de cumplir con las obligaciones sociales.”