Centenares de miles de norcoreanos salieron a las calles para despedir a su ex líder, Kim Jong-Il. El coche con su ataúd recorrió unos 40 kilómetros por la capital de Corea del Norte, Pyongyang, acompañado por gritos y lágrimas de los residentes del país. “Parece que hasta la tierra, ríos y árboles tiemblan al son de los amargos sollozos de los militares y la gente”, comentaba el locutor oficial de la ceremonia.

Al palacio, de donde salió el cortejo fúnebre, se acercaron centenares de miles de norcoreanos. Muchos trataban de acercarse al ataúd; los soldados fueron forzados a retenerlos. “El nieve caía ininterrumpidamente en las calles, como si el cielo compartiera el dolor del pueblo coreano, que deplora al sol de la nación”, escribió la Agencia Telegráfica Central del país.

El coche, un Lincoln Continental, repitió la última ruta de Kim Il-Sung, el predecesor de Kim Jong-Il. El ataúd se apoyaba sobre flores blancas, depositadas en el techo del vehículo. A éste lo acompañaban dos limusinas más: una con enorme retrato del líder, y otra, con una corona fúnebre blanca.