ocurre porque en muchos países los médicos no tienen aún el hábito de incluir este examen entre las pruebas rutinarias de laboratorio. Este fue el caso de la argentina Carmen Elizalde. Durante más de un año ingresó varias veces al mismo hospital por neumonía, herpes y otras infecciones. Sin embargo, jamás le propusieron hacer la prueba del VIH.

"Tuve un año entre idas, venidas e internaciones. Cuando me dan el primero, que me sale positivo, ya había pasado un año y tres meses. Mis defensas estaban muy bajas, estaba en estado lamentable. Hubo mucha ignorancia a mi alrededor. Y hay ignorancia todavía. Eso es lo que me faltó: información", comenta Carmen.
 
"Como una mujer que hace 27 años que tiene VIH, como alguien que ha visto morir mucha gente, no podría decir que no se han hecho cosas. Pero el tema es: no es suficiente. Yo todos los días tengo que tomar la pastilla y tengo la suerte de poder tomar un tratamiento. Pero hay mucha gente, muchísima gente, el 50 y pico por ciento que no tiene acceso a los tratamientos", afirma Patricia Pérez, presidenta de ICWT Global, la Comunidad Internacional de Mujeres viviendo con VIH /SIDA.

A pesar de que la posibilidad de acceder al tratamiento farmacológico para los pacientes aumentó mucho con el transcurso de los años, muchos medicamentos todavía tienen efectos adversos. El más conocido de ellos es la lipodistrofia, la ausencia o desarrollo anormal de grasa en lugares poco frecuentes, como jorobas en la espalda o deformaciones en el rostro.

Hoy en día persiste el temor de que si se frena la batalla contra el sida, podría perderse mucho de lo conseguido. "O nos esforzamos poniendo el pie en el acelerador y avanzamos hacia el fin de la epidemia o volveremos a los peores tiempos", insiste el director ejecutivo de ONUSIDA, Michek Sidibé.